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miércoles, 2 de julio de 2008

EDV (1): Al caer al suelo tras tropezar, el preciado objeto cayó de entre sus manos

DIARIO DE UNA MAZMORRA. -4- Relato -1-


Al caer al suelo tras tropezar, el preciado objeto cayó de entre sus manos. Esa reluciente espada, la Espada Servil, comenzaba a agotarle las fuerzas debido a la antigua maldición que pesaba sobre ella. Aquella espada, lentamente, extraía la vida de su portador. A cambio, tenía el suficiente poder para derrotar a Ogg, el dragón que tenía en posesión a sus compañeros de viaje.

El humano se resistió, pero volvió a coger el artefacto, a la vez que notó su oscura fuerza recorrer todo su cuerpo. Seguía corriendo por aquel oscuro pasillo, cuando oyó un bateo de alas a su espalda. Saz se volvió y observó un murciélago que se hallaba frente a él, con malas intenciones.

Pero con un exacto movimiento de espada, la sangre de la criatura manchó el suelo y la espada del humano.

Al final del pasillo encontró unas escaleras que le llevaron a una habitación tímidamente iluminada por una vela, que se encontraba en una mesa central. Allí depositó la espada para poder recuperar su fuerza. Todo parecía perdido, no sabía donde estaba, ni a dónde ir. Observó la estancia: las paredes no eran diferentes a las que había visto una y otra vez en aquella mazmorra.

Entonces, el humano acertó a ver, por el rabillo del ojo, una silueta al otro lado de la mesa.

“Muéstrate”

La silueta, que se hallaba en la penumbra, dio unos pasos hacia delante y una figura enigmática, cuyo cuerpo se mostraba cubierto por una capa negra y su cara por una máscara, mostrando unos rasgos que no mostraban expresión alguna.

“¿Quién eres?” preguntó el humano. “Un hombre con una máscara”, respondió el otro. Cuando Saz volvió a formular la pregunta, el enigmático tipo respondió: “¿Te has fijado en lo paradójico que resulta preguntarle a un hombre con máscara quién es?”.

La figura enmascarada avanzó hacia el humano, situándose a menos de un metro de él. “¿Qué quieres?”, le siguió interrogando Saz. “Ayudarte. Puedo llevarte hasta tus compañeros”

“¿Y puedo fiarme de ti?”

“¿Crees que soy de fiar?”

“¿Eres de fiar?”, preguntó el humano, antes de que la conversación se sumiera en un sepulcral silencio. Entonces, rápidamente, el enmascarado desenvainó algún tipo de jeringuilla y la clavó en el cuello de Saz, que comenzó a perder lentamente el conocimiento, recostado en una sensación de sosiego.

“No”, respondió, tardío, el desconocido enmascarado.

* * * * * * * * *

“¿…esto querías? Aquí están, tus compañeros. Te he llevado hasta ellos. No mentí”

Saz intentó moverse, pero debía de haber sido drogado, pues no podía articular prácticamente ninguna parte de su cuerpo. No podía abrir sus ojos, ni pronunciar algún sonido. De fondo, oyó a un grupo de personas pidiendo ayuda, posiblemente con la boca tapada.

El humano forzó los ojos y consiguió abrirlos levemente. Por lo que veía, se hallaba en una gran habitación, y los murmullos pidiendo ayuda provenían de detrás suya.

“¿Pensabas que podrías derrotar a Ogg el temible? Su fuerza y poder no puede ser comparable a un esbirro como tú”

“¿Dónd… dónde est… Ogg?”, consiguió pronunciar Saz al fin. La voz, que era la misma que la de la figura enmascarada, comenzó a reír.

“Él está aquí, con nosotros”

El humano se cuestionó la veracidad de esa respuesta. “¿Qu… Cómo?

La voz volvió a reír, y empezó a intensificarse velozmente y a resonar en toda la habitación.

De repente, la temperatura subió y bajó brutalmente, y Saz pudo volver a mover su cuerpo. Abrió totalmente sus ojos y observó su alrededor. Aquella no era la habitación en la que antes se hallaba. No alcanzó a ver ningún límite de ninguna pared, y si se mantenía de pie, lo hacía en el aire. Allí no estaban ninguno de sus compañeros. Siguió recorriendo el cuarto con la vista y acertó a ver la persona que le acompañaba allí. Era el mismo de antes, sólo que ahora sin la máscara; si antes su cara no daba ninguna expresión, ahora expresaba cualquier tipo de emoción.

“¿Me buscabas?” preguntó el personaje. Saz siguió observando la estancia. “¿Impresiona?” volvió a preguntar. El humano, lejos de dar alguna respuesta, preguntó: “¿Y Ogg?”, a lo que el otro respondió: “De eso ya hablaremos luego. Ahora fíjate en esto”. Dicho esto, sacó de la nada la Espada Servil, la única que podía derrotar a Ogg y que restaba fuerzas a su portador. Tras haberla sacado, ésta se rompió en mil pedazos. El expresivo tipo echó a reír.

“¡Alaba mi poder! ¡Ríndete ante él! ¡Ríndete ante…”

Entonces, la silueta se desfiguró y comenzó a agrandarse, hasta formar la esbelta figura de un dragón y, con una voz grave y profunda, acabó la frase:

“…Ogg el temible”.

Rápidamente, la bestia derribó brutalmente al humano que salió disparado. Éste esperaba chocar contra alguna pared pero el trayecto no cesó hasta que volvió a caer al suelo. Dolorido, se volvió a levantar y, aterrorizado, se dio cuenta de que estaba de nuevo frente a Ogg. Éste último volvió a reír: “No vas a poder salir de aquí vivo” Y le dio una nueva estocada al humano, que cayó al suelo, nuevamente frente a la bestia, gimiendo. Saz no recuerda cuántos golpes puedo llegar a recibir, pero cuando hubo pasado un largo espacio de tiempo, una extraña luz iluminó la habitación.

Los golpes cesaron, y a la escena se incorporó una nueva voz. “Bestia maligna, no pudiste conmigo antes, y no podrás ahora”. Saz se perdió en aquella conversación, que duró hasta que el dragón comenzó a gritar, y dar sendos golpes al suelo. Entonces el humano abrió los ojos. El enorme dragón se enfrentaba a una pequeña mujer cuya arma era un viejo bastón. De él salían los hechizos con los que mantenía a raya al dragón; aunque éste cada vez se acercaba más a la bruja. Pasó un rato observándoles; pensando si entrar al combate, cuando vio, a unos metros del dragón, la Espada Servil, la que había sido destruida por Ogg antes y que ahora se hallaba a su alcance. Entonces recibió una mirada de la bruja, sin que dejara de pelear. Saz no dudó: con decisión, fue corriendo hasta alcanzar el arma, la cogió, y esta vez sintió menos su oscuro poder. Se acercó a Ogg, y saltó a su cola, que el dragón agitó, alterado. Pero la bruja lo mantenía distraído. Saz escaló por su cuerpo hasta llegar al cuello. Alzó la espada…

…y la clavó en el cráneo de Ogg, que cayó, derrotado, al suelo.

Entonces, Saz, ya en el suelo, miró a la bruja que había aparecido de repente.

“Me debes una explicación”.





FIN -4- Relato -1-